En el avión de regreso a Barcelona he notado un mix de sensaciones que han hecho que abra
más los ojos. Volver sola, sí, otra vez y después de un verano entero con la familia. Confieso que he sentido cierta nostalgia que ya he aprendido a llevar por dentro en el momento de las despedidas hasta que en el avión después de hora y pico de viaje hemos empezado a descender a suelo catalán. No nací aquí y no he crecido aquí pero el solo hecho de ver por la ventana las luces de noche de mi preciosa Barcelona, tan llena de vida, ruidosa y siempre en movimiento me ha puesto la piel de gallina y he sentido una corriente en todo el cuerpo que me ha despertado diciéndome que mi lugar está aquí, esta es mi vida ahora. Aterrizamos al fin y extrañamente yo solo siento en ese momento que he llegado a casa...
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