Madrugamos para coger el primer tren a San Sebastián, 8 am. Aún zombies desayunamos rápido y hacemos más de hora y media desde Ermua a la estación de Donostia-San Sebastián. A pesar de la hora y la duración el trayecto no tiene desperdicio, iba aclarándose el día y el verde de las montañas en el camino se iba haciendo cada vez más intenso. Una cosa tan simple y natural que me dejó maravillada.
Llegamos a San Sebastián y tenemos toda una gran ciudad delante de nosotros. Primera impresión? Limpieza, belleza, elegancia (a más no poder) y mucho, mucho amor y respeto por lo auténtico de la tierra. Nada más llegar ya estaba enamorada: una feria artesanal saliendo de la estación de trenes; con quesos, panes, mieles, sidra... absolutamente todo lo bueno que llevan a sus mesas desde siglos atrás. No dudamos y nos hacemos con las primeras compras para Cataluña! Seguimos hacia el Casco Viejo y tenemos por un lado un mar precioso con la playa de la concha en su esplendor y al otro lado un monte verde que me llamaba desde arriba. Un contraste perfecto que no deja indiferente ni al más soso.
Tan temprano un sábado y ya teníamos a nuestra disposición la gran mayoría de comercios y bares abiertos. Las barras llenas de pintxos y tapas de todas las formas, mezclas y colores... irresistible a la vista! Entramos a uno de los bares y ya un buen ambiente nos recibe. Tapas deliciosas, buena atención, ambientillo futbolero y sí señores, todo muy barato!
Después de un suculento post-desayuno (ay la báscula!) nos ponemos en marcha hacia la naturaleza, el monte Urgull, entre la parte vieja y el paseo nuevo. Tras un buen rato subiendo viendo una maravilla tras otra encontramos el cementerio británico, donde están los fallecidos británicos en la batalla de 1813 contra los franceces. Precioso y a la vez triste, con ese característico aire Victoriano de belleza fría.
Bajamos a disfrutar un poco más de la ciudad y todo lo máximo que podamos aprovechar. San Sebastián es para caminar! El problema? Que el temporal tan "especial" de la zona hace que se cierren muchos caminos y lugares, como el Peine del Viento que nos quedó pendiente.
Llega casi la hora de comer y volvemos a la estación, tenemos una cita pendiente con dos pueblos preciosos: Andoain y Urnieta. Primero vamos a Andoain a un caserío de la familia a descansar un poquito y hacer un aperitivo al más puro estilo rústico. En este pueblo pequeñito, verde y muy pintoresco (era como la comarca del Señor de los Anillos!) pruebo al fin el conocido txakolí, una mezcla de sabores entre sidra y cava bastante buena! Ácida y llena de sabor, perfecta para acompañar la mezcla que nos pusieron de nueces y jamón... espero volver a repetir pero a saber dónde consigo ese txacolí en Barcelona!.
Luego cogemos el coche y nos vamos a otro pueblo (sí, viaje tras viaje), exactamente vamos a comer a la Sidrería Restaurante Oianume. Yo sigo embobada con las montañas que rodean el lugar, muchos rebaños de ovejas latxas a lo lejos, casitas con pilas de leña en la entrada, verde y más verde! Puede sonar muy idílico y peliculero, pero a mi misma me hizo falta vivirlo para creerme tanta belleza junta.
Llega la hora de ponernos las botas con el txuletón, el queso Idiazabal y claro señores... la sidra más auténtica que se pueda encontrar, recién sacada de las barricas. A pesar de haber hecho un buen aperitivo se nos iban los ojos con los platos que nos iban sacando, la comida de toda la vida acompañada de varias sidras en distintos puntos de fermentación. Creo que no hace falta describir más verdad? Esta vez viene como anillo al dedo lo de "una imagen vale más que mil palabras". A destacar solo una cosa... los dueños no están pendientes de calcular el precio ni el consumo de los clientes, su única preocupación es que uno se vaya contento y satisfecho del lugar, no se miden con lo que ofrecen y la calidad os aseguro que es excelente. Esto creo que casi no lo he visto en ningún sitio!
Después de la gran gran comida nuestra sobremesa se alarga hasta que oscurece y es hora de volver a Ermua, hay que preparar todo. Regresamos a Barcelona a la mañana siguiente... y de pronto nos preguntamos "en serio, tan pronto?!". A partir de este día el País Vasco ya tiene a una turista anual en el bolsillo.
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